¡Gracias por tu interés en nuestra película! La Recua (rék • wah) – The Mule Pack Train.
En virtud de abrir esta página y leer nuestra historia, sabemos que ya eres un gran amigo o amiga. Puede ser que haya leído o visitado la península de Baja California en México y esté intrigado por su historia. Tal vez haya recorrido un sendero del desierto en una mula y haya conocido a algunas de las encantadoras familias del rancho. O quizás ha tenido la suerte de visitar al talabartero Darío Higuera y su esposa, Cipriana, en el Rancho El Jarillal. La historia de Darío … y la historia de los viajes “antiguos” en Baja California, está a punto de ser contada. Esperamos que siga nuestros pasos por el camino.
Sinopsis de La Recua, un documental de larga duración en español con subtítulos en inglés – Un viejo vaquero crecido en el desierto en Baja California tiene una nueva meta en la vida; por lo que reúne una manada de mulas y burros, construye el equipo tradicional para su atuendo y planea una recreación histórica de las viejas caravanas mercantes que una vez viajaron por ese país seco y escarpado hace más de 100 años. Cuando surgen obstáculos inesperados, su determinación, alimentada por el amor de su familia, lo mantiene avanzando por ese sendero misionero de doscientas millas que se desvanece.
Acerca de Dario: carismático y talentoso, Dario Higuera Meza está a punto de cumplir 70 años. Su vida la ha dedicado a la ganadería y a vivir un estilo de vida vaquero. Nacido en un rancho en el corazón de Baja California, la familia de Darío se mudó del pequeño pueblo oasis de La Purísima cuando él tenía solo 11 años. En 1960 no existían carreteras en la península; solo una pista de tierra y solo un puñado de autos. Sus padres trasladaron a seis hijos y todos sus bienes mundanos a lomo de burros … todo empacado en cajas de madera de cactus hechas a mano y bolsas de cuero … y luego hicieron la caminata de 5 días a través de las crestas del desierto hasta su nuevo “hogar”.
Al igual que los clanes indígenas que habitaron el país dos siglos antes que ellos, la familia instaló un campamento en una cueva remota sobre un pozo de agua abierto todo el año. Las pinturas en las paredes del acantilado les recordaban a diario a sus predecesores que habían vivido en armonía con el duro entorno. Desde ese refugio rocoso, levantaron su estaca de ganado y cabras, y construyeron algunas casitas de piedra con techos de paja de palma envueltas alrededor de las estructuras para dar sombra. Era un verdadero rancho californio. Ahí, con su familia, aprendió las habilidades para ganarse la vida en el escarpado salvajismo del desierto.
Durante su inquieta juventud, Darío recorrió a lomo de mula los transitados senderos del desierto de Baja California. Trabajó como vaquero viajero, contratando como peón de rancho mientras conocía a gente en ranchos remotos a lo largo de la península. Ataba, montaba, entrenaba caballos y arreaba junto a los mejores jefes de senderos del día. Pasando la mayor parte de sus noches bajo las estrellas, se contaban historias alrededor de las fogatas sobre los viejos tiempos cuando los vendedores ambulantes (fayuqueros) y arrieros viajaban con sus caravanas de burros (las recuas) de rancho en rancho vendiendo mercancías y comerciando con los lugareños. Esas historias intrigaron al joven Darío. Sintió que había nacido media generación demasiado tarde: ¡esa habría sido la vida para él!